Conclusiones

A raíz de que el IFE otorgó registro a nuevos partidos políticos se han dejado escuchar diversas opiniones de analistas políticos al respecto; lejos de ser simples juicios, estas opiniones representan críticas. Una de las más fuertes argumenta que los seis nuevos partidos políticos no fomentarán la vida democrática y en un escenario confuso e impredecible confundirán más a la opinión pública en el proceso electoral del año 2000.

Las falacias de la "pulverización" o "fragmentación" del voto opositor como la anterior, pierden toda fuerza ya que en nuestra opinión las posibilidades de un partido para inclinar la balanza en su favor no deben depender del número de opciones con las que compite, sino de su capacidad para llegar a los electores.

Si en el proceso electoral del año 2000 participarán seis nuevos partidos políticos nacionales es porque existen reglas jurídicas claras y transitables que permiten, con certeza y seguridad, que los ciudadanos se organicen para registrar una opción de participación política.

Lo anterior no supone necesariamente que los once partidos que cuentan con registro son opciones serias, propositivas y responsables, sin embargo, su sola existencia es un dato que debe valorarse para así cambiar algunas percepciones equivocadas que se tienen sobre nuestro marco jurídico.

Para obtener el registro todas y cada una de estas organizaciones tuvieron que reunir una serie de requisitos legales puntuales y rigurosos. Con objetividad y parámetros normativos ciertos y precisos; la autoridad verificó el cumplimiento de requisitos y otorgó el registro a quienes los satisficieron; se desmiente, con la acción de dichas organizaciones políticas y con la decisión del Consejo General, que el sistema de registro sea extremadamente complejo y muy difíciles de cumplir los requisitos que se exigen para obtenerlo. El hecho vale por sí solo: existen canales abiertos y despejados para participar pacíficamente en los asuntos públicos del país.

Además, en el supuesto siempre probable de que el filtro legal no sea suficiente para garantizar la seriedad de los nuevos partidos, entrarán en acción los electores. En julio del año 2000 todos los institutos políticos deberán obtener, al menos, 2% de la votación nacional para conservar su registro. Si lo pierden, además de desaparecer del mapa político, quedarán impedidos para solicitar un nuevo registro hasta que pase la elección del 2003.

Por otro lado se confirma que la figura de "agrupación política" contribuye a la formación del sistema de partidos políticos desde el momento en que tres de las que recién obtuvieron su registro tenían reconocido el carácter de "agrupaciones" en los términos del Cofipe.

Finalmente, se comprueba que el espectro ideológico de nuestra sociedad es mucho más amplio del que constituyen las fuerzas hoy representadas en nuestros órganos de gobierno; para aquellos ciudadanos que no encuentran su lugar en los partidos políticos existentes, cabe la posibilidad de empujar y apoyar la formación de nuevas opciones partidarias.

Hasta hoy los nuevos partidos hablan y proponen; no contribuyen a las polémicas existentes, más bien buscan abrirse camino con palabras suaves y creativas, con la búsqueda de alianzas. Pero la pregunta es cómo se conformarán finalmente los bandos que contenderán en el 2000.

Se dice que el Partido Democracia Socia le restará votos al PRD. Es posible, por ahora es un organismo que se formó a causa de los elementos de cerrazón dentro del partido de Cárdenas, donde los expriístas y aquellos excomunistas que más se les parecen tienen el control y la posibilidad de decidir los rumbos y los nombres de quienes irán a tales o cuales cargos. Quizá así sea, lo que contará a la larga es que todos ellos sumados a la oposición le pueden quitar el poder al PRI. Cada nuevo partido que surge, a diferencia de tiempos antiguos donde aparecían para sumarse al partido oficial, como en el caso del PPS o del viejo PARM, es para tratar de sacarlo de Los Pinos. No es una tarea fácil y llevará algún tiempo, pero tarde o temprano los priístas se batirán en retirada a causa de su incapacidad para cambiar y democratizarse en serio. Para su desgracia, a causa del presidencialismo, hay dos grandes ausentes en sus filas: la imaginación y la audacia.

De todos los nuevos partidos, dos tienen las mayores posibilidades para crecer y jugar un papel importante dentro de la vida política mexicana: el Partido del Centro Democrático de Manuel Camacho y el Partido Convergencia por la Democracia de Dante Delgado porque representan fuerzas reales y significantes siempre y cuando sus dirigentes se alejen de personalismos y protagonismos, se decidan por una alianza nacional o formen una gran coalición de centro-izquierda para apoyar un candidato de unidad a la Presidencia de la República. Esto parecería, a primera vista, como la mejor opción no sólo de tales nuevos partidos sino de todos los existentes si lo deseable es que termine la época del PRI y principie la de la alternancia política. Por lo pronto, es difícil creer que esos partidos puedan crecer de modo espectacular, como le ocurrió al PRD.

Envíanos tus comentarios.