Retos de los Nuevos Partidos Políticos

Las elecciones del 6 de julio de 1997 depuraron el sistema de partidos en México, al no mantener su registro como partidos políticos nacionales el Partido Popular Socialista (PPS), el Partido Cardenista (PC) y el Partido Demócrata Mexicano (PDM). Dichos partidos, por su perfil ideológico y su conformación, ya representaban poco en el esquema de fuerzas sociopolíticas de la nación y fueron los electores los que en las urnas decidieron que no tenían por qué conservar su registro.

Si como anteriormente mencionamos, sólo tres de los nuevos partidos políticos representan fuerzas reales y significativas; los restantes, corren el riesgo de tener la misma suerte que los partidos PPS, PC y PDM en las elecciones de 1997, es decir, pasar sin pena ni gloria por el proceso electoral ya que difícilmente mantendrán su registro al carecer de arraigo, contar con una larga historia de apariciones y desapariciones en la vida electoral y no representar nuevas alternativas ideológicas o políticas.

Muchos de estos nuevos partidos buscan la posibilidad de construcción de mayoría en la Cámara de Diputados; otros más, antes de nacer trabajaban en la construcción de un bloque opositor contra el PRI. Sin embargo, deberán pasar la prueba de las urnas para validar en interés ciudadano. El reto es: la unidad en la diversidad, para el beneficio del país.

Las organizaciones que cumplieron los requisitos y obtuvieron su registro como partido político nacional, enfrentarán como reto principal para el 2000 la permanencia. Para conservar su registro deberán obtener, por lo menos, 2% de la votación en cada una de las elecciones federales ordinarias para diputados, senadores y Presidente. En caso de no presentarse así, perderán el registro y con él los derechos y prerrogativas que establece la ley, además de que no podrán solicitar un nuevo registro hasta después de que transcurra otro proceso electoral federal, esto es, hasta después del año 2003.

Otro de los retos es la falta de confianza y escepticismo que hay por parte de analistas políticos en torno a la existencia de los mismos; según ellos, lo nuevos partidos políticos no fomentarán la vida democrática y confundirán más a la opinión pública en el proceso electoral del año 2000. Ahora bien, los partidos que sobrevivan dificultarán en el Congreso de la Unión la formación de una mayoría opositora que contribuya al equilibrio de los poderes Ejecutivo y Legislativo. Este grupo concluye las críticas argumentando que el reconocimiento de estos nuevos grupos es la expresión de una democracia insuficiente e inmadura que sólo busca el voto, que tiende a la partidocracia, se aleja de la población y se centra en una clase política que sólo aspira a disponer de mayores recursos y beneficios.

Estos son los puntos de vista de los analistas políticos, lo que opinan los fundadores de los partidos registrados por el IFE el 29 de junio de 1999 es distinto. José Antonio Calderón Cardoso, Carlos Guzmán Pérez, Gustavo Riojas Santana, Manuel Camacho Solís, Dante Delgado Rannauro y Gilberto Rincón Gallardo coinciden en que los nuevos partidos llenan el vacío que los actuales son incapaces de ocupar y proponen soluciones a los problemas que se han acumulado con el actual régimen y que tienen a la sociedad de estática ante el autoritarismo gubernamental.

Manuel Camacho Solís asegura que los nuevos partidos políticos, y en especial el suyo, el del Centro Democrático, representan a aquella parte de la sociedad que no quiere que el país esté como ahora, que desea vivir en paz, tener una justa oportunidad de trabajo y la posibilidad de prosperar poco a poco, por un camino certero, sin tantos abusos, sin desigualdades tan extremas. Agrega que este nuevo esfuerzo político es producto de los hombres que están preocupados porque el México que desean se halla cada día más lejos, al que se le exige más trabajo y sacrificio, en tanto que la respuesta gubernamental es débil e incapaz de generar confianza en la sociedad. El fundador del Partido del Centro Democrático asegura que en este momento el futuro de México está en riesgo porque las divisiones crecen, las instituciones del Estado se han debilitado y desprestigiado, el sistema político actual se ha abierto electoralmente, pero ya no garantiza estabilidad, la inseguridad afecta a todos por igual, el gobierno está inmovilizado, la política económica ha logrado cierta recuperación, pero no puede consolidar el crecimiento, sin dejar de agregar que la Constitución ha perdido efectividad para organizar el poder público y proteger a los ciudadanos. Camacho Solís afirma que ha llegado el momento de preparar el cambio histórico que garantice el futuro de la nación.

El escenario más previsible para superar los retos, en especial el de la permanencia dentro del sistema partidista nacional es el de las coaliciones. El porcentaje de votos a disputar entre las seis organizaciones políticas sería de entre dos y tres por ciento. Tomando en cuenta que los votos y porcentajes históricos del PT y del PVEM (seis por ciento en conjunto) serían canalizados a las coaliciones respectivas, lo más probable es que sólo uno de los nuevos partidos pudiera confirmar su registro; esto significa un alto riesgo para las seis nuevas organizaciones políticas.

El Partido del Centro Democrático y Convergencia por la Democracia han manifestado su intención de coligarse en una amplia fuerza opositora que integre al PAN y al PRD. De no darse dicha alianza –como, se percibe, ocurrirá–, estas dos fuerzas políticas podrían tomar caminos diferentes para conformar coaliciones. El Partido de Centro Democrático estaría entonces quizás más cerca de concretar una coalición de organizaciones de centro-derecha encabezada por Vicente Fox como candidato del PAN. Por lo que respecta a Convergencia por la Democracia, dados los antecedentes de coalición en Veracruz y ya descartado Miguel Alemán de la candidatura priista, intentará con el fin de asegurarse el mantenimiento del registro y la presencia de su líder, buscar alianza con cualquier partido aún no definido; si bien, podemos conjeturar su integración a la coalición de centro-izquierda que comandará el PRD.

La alianza que pretenda hacer el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana sigue siendo una incógnita. Por un lado, desde su constitución como partido político y hasta 1988, el PARM apoyó directa o indirectamente a los candidatos del PRI; más adelante y a raíz de la salida de Cuauhtémoc Cárdenas de este partido, el PARM postula por primera vez a un candidato abiertamente contrario al oficial. Desde ese momento, en sus posteriores participaciones en elecciones federales su estrategia fue la de proponer candidatos propios. Ahora, el único escenario posible para el PARM es la participación en coalición con otras fuerzas; sin embargo, la reciente historia política de este partido, caracterizada por las fracturas, impide determinar si su alianza será con el PRD o con el candidato del PRI. Por otro lado, se ha hablado de una posible alianza de este nuevo partido con otros nuevos como Acción Social y Sociedad Nacionalista Si no se consolida la alianza, el PARM presentará candidatos propios a la Presidencia de la República, diputados y senadores.

Por lo que respecta a la posición del Partido Alianza Social con respecto a una posible coalición, las tendencias sinarquistas de algunos de sus miembros, así como la base electoral en el centro del país (Guanajuato y Querétaro), podrían apuntar a su posible inclusión en una eventual alianza conformada en torno a la figura de Vicente Fox.

La ubicación del Partido Sociedad Nacionalista dentro de las posibles coaliciones que se formen para el 2000 no es del todo clara; sin embargo, hay quienes sostienen que podría constituirse en posible aliado del PRI. De no lograrse esto, presentará candidatos propios a la Presidencia de la República y a las cámaras de Diputados y Senadores.

De los nuevos partidos políticos, el único que ha manifestado abiertamente su oposición a contender mediante coalición es Democracia Social. Su perfil de partido de izquierda, así como el hecho de que su fundador, Gilberto Rincón Gallardo, salió recientemente del PRD, pueden ser considerados razones para no establecer una alianza, toda vez que participar en ella significaría integrarse a la coalición de centro-izquierda. El elevado costo que tendría que pagar de ser así, es la inquietud que se generaría dentro y fuera del partido en el sentido de que el esfuerzo de haber constituido una fuerza política de izquierda distinta al PRD no hubiera valido la pena. Sin embargo, algunos pragmatistas sostienen que una coalición permitiría a Democracia Social mantener el registro y, a partir de ello, consolidarse ante el electorado con el tiempo suficiente para poder presentarse ante la sociedad como una opción seria de izquierda; de acuerdo con este punto de vista, de contender este partido con un candidato propio podría enfrentarse a dos riesgos: la posibilidad de perder el registro y el que sus críticos lo consideren como un partido promovido para debilitar al PRD.

Mucho se ha hablado de que nuestra legislación es una traba para las coaliciones; ha habido voces que inclusive la califican de traba insalvable. Sin embargo, el registro de los partidos es objetivamente más difícil que la formación de una coalición total. En el derecho comparado encontramos todo tipo de sistemas, desde el que permite las coaliciones sin requisitos mayores hasta los que las prohíben; en la doctrina, las coaliciones tienen un tratamiento diferenciado entre las que son propiamente electorales y las que son parlamentarias. En México sólo las primeras están legalmente reguladas; nuestra legislación reglamenta las coaliciones partiendo de la base de que el electorado debe tener claro qué se le está ofreciendo políticamente cuando dos fuerzas políticas distintas se unen, no sólo para la elección misma sino también para el gobierno en caso de que obtengan el triunfo. En esto puede haber opiniones encontradas, pero lo cierto es que ése es nuestro régimen legal y a él se tienen que sujetar los partidos políticos si quieren postular al mismo candidato a la Presidencia de la República.

Si existe un problema en cuanto a la posibilidad de establecer una coalición, no radica en el cumplimiento de los requisitos legales; éstos podrían ser cumplidos si existiera un acuerdo en lo esencial entre los partidos políticos sobre la plataforma electoral y los programas de gobierno que quieren presentar conjuntamente al electorado mexicano. Es claro, dado que así lo han hecho público varios de ellos, que la prioridad para algunos miembros de la oposición es derrotar al partido mayoritario a como dé lugar. Si logran ponerse de acuerdo en una oferta política conjunta clara y transparente, la coalición puede ser bien recibida; los mexicanos podremos reflexionar sobre la plataforma electoral y el programa de gobierno que nos esté ofreciendo dicha alianza y contrastarlo con la del otro u otros partidos contendientes a efecto de sufragar por la opción que más nos convenza.

En última instancia se debe reconocer que la verdadera esencia de un sistema democrático radica en que sus reglas y valores permitan que triunfe y gobierne quien logró, en un marco de equidad en las condiciones de la contienda electoral, el voto mayoritario de un electorado lo más amplio posible, el cual manifestó su voluntad no únicamente de manera libre, secreta y directa sino también debida y claramente informada sobre las opciones que se le ofrecieron. En estas condiciones las coaliciones son válidas, así como los nuevos partidos se diluyan en los más grandes para alcanzar el triunfo o para conservar su registro, dado que serán los ciudadanos, a través de su voto, los que determinen si esa oferta política les convence.